Tercera generación de urna electrónica del IEPC, aparentemente invulnerable

Su intención era demostrar lo infalible del artefacto que crearon; la nuestra encontrar posibles fisuras en el sistema y plantear las dudas sobre su aparente invulnerabilidad. En una votación simulada, donde las preguntas tuvieron que ver con equipos de futbol, la máquina resistió todos los intentos (burdos y rudimentarios en esta ocasión) por reventar la elección.
El presidente del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana (IEPC), Tomás Figueroa, y el director de Informática del Instituto, Ramiro Garzón, llevaron a La Jornada Jalisco una urna electrónica de tercera generación (la misma que se utilizó en las elecciones constitucionales de 2009 en Tuxcueca, San Cristobal de la Barranca y Gómez Farías) para mostrar el funcionamiento de la que consideran la urna electrónica más confiable del planeta y en la que se trabaja desde 2004.
Unos 15 minutos fueron suficientes para tener la urna completamente armada y lista para iniciar el proceso; la desconfianza hacia este tipo de aparatos y en general hacia los procesos de votación me colocaron en la posición del presidente de casilla, con lo que yo tendría el control de la urna y la posibilidad (al menos hipotética) de manipularla. Un teclado numérico remoto, una tarjeta magnética y una lista de comandos son todo lo que se requiere.
Para iniciar la urna es necesario ingresar un código y validarlo pasando las tarjetas magnéticas que poseen el presidente de casilla y el auxiliar de ésta. El primer intento por hacer errar a la máquina falló, pues ninguna otra tarjeta con banda magnética es aceptada por el sistema. “Cada urna cuenta con sus propias tarjetas y éstas no sirven en ninguna otra urna”, explica Garzón, que hace las veces de auxiliar, tiene la segunda tarjeta magnética y de alguna forma vigila mis movimientos, tal como debería suceder en una elección verdadera.
Mediante otro código se abren las sesiones de voto para cada uno de los participantes y en la pantalla aparecen las opciones; esta vez la primera pregunta es ¿A qué equipo de futbol le vas?, y debajo de ella se muestran los 18 escudos de las escuadras que conforman la liga profesional del futbol mexicano; pulsando sobre ellos se puede ver información de cada uno (en una elección constitucional aparecerían los logotipos de los partidos y al tocarlos se mostrarían la listas de sus candidatos). Se puede navegar por todas las opciones en pantalla y una vez que se toma la decisión del voto se pulsa sobre el elegido y después en la opción de votar.
Este proceso quedaba resuelto con la primera generación de la urna que desarrollo el IEPC, explica Ramiro, pero esa forma de votación electrónica, utilizada en muchas partes del planeta, genera desconfianza y eso ha permitido que se tumben algunas elecciones realizadas de esta manera. Desde entonces se buscó la forma de que el votante pudiera constar a través de un medio físico el sentido del voto que realizó en la pantalla.
Tras elegir alguno de los equipos, el votante mira a la urna transparente que tiene a un lado; una pequeña impresora térmica, similar a las que reproducen los recibos de las tarjetas de crédito en cualquier establecimiento comercial, lanza una impresión con la pregunta realizada por la máquina y la respuesta que pulsó el elector. Por un lapso de aproximadamente 10 segundos el papelillo está a la vista sólo del votante, después se corta y cae al fondo, siempre con el lado impreso abajo para no violar la secrecía del voto.
“Esa es patente nuestra”, señala Ramiro, mostrando que si bien la urna es transparente por todos sus lados, sólo quien emitió el voto pudo observarlo.
Entre los comandos a los que tiene acceso el presidente de casilla existe uno que permite reiniciarla; desde que el segundo votante tomó su turno intentó hacerlo sin éxito. El ingeniero del IEPC me explicaría después que una vez iniciado el proceso ese comando se bloquea y no puede realizarse antes de que se pulse el código para cerrar la casilla, con lo que la trampa sería descubierta.
Un tercer intento: uno de los votantes alega que eligió a un equipo pero en la impresión apareció otro. El auxiliar pide pulsar el código para reimpresión de voto y la máquina emite otro papelillo con la leyenda reimpresión en el fondo, el cual es nulificado en la cuenta final pero permite al elector verificar lo dicho, y en su caso, quedar mal con los presentes por mentir.
Cuarto intento: como presidente de casilla me declaro mapache profesional a favor de un equipo y sé que el siguiente votante prefiere a otro; como corresponde abro su sesión de votación, pero a la mitad de esta la anulo mediante otro código que está en la lista. El votante reclama de inmediato, pues la pantalla le advierte lo que sucede, lo mismo hace uno de los escrutadores, pues una segunda pantalla, similar a la de las cajas de los supermercados y a la vista de todos los funcionarios de casilla, advierte siempre en qué momento de la votación se está.
Para hacer un nuevo intento de fraude me coludo con uno de los electores: intentaremos hacer que vote dos veces pero la misma pantalla emite la alerta de que se abrió una nueva sesión de votación y los funcionarios de casilla vuelven con los reclamos y anotan los incidentes en la bitácora.
A estas alturas desconectar la máquina sería una opción, pero tiene una batería que la vuelve autónoma por un lapso de hora y media; la cuarta generación (la que se intenta licitar) deberá tener batería para cinco horas.
De pronto uno de los testigos de voto cae impresión arriba y el elector se queja de violación a la secrecía de su voto; tal vez lo provocó un ligero movimiento en la mesa donde está la urna, pero aún faltaría saber si ese incidente es motivo suficiente para reventar esta elección.
Dos votos más tarde el rollo de la impresora térmica se traba y emite un testigo ilegible, la solución es reimprimir y anotar el incidente en bitácora. Al final el recuento de papelillos para cotejar la información electrónica será necesario. Para reventar esto sería necesario hacerlo a la antigua y salir corriendo con toda la urna, que pesará alrededor de unos 20 kilos y es más difícil de cargar que las cajas de plástico tradicionales.
Llega la hora de cerrar la casilla a través de otro código; se pasan las tarjetas magnéticas, en unos cuantos segundos se imprimen las actas y para entonces la información ha llegado al servidor del IEPC, que comienza a publicar los resultados.
–¿Podríamos interceptar la transmisión de datos para modificarla? –le preguntamos a Garzón para saber si cerrado el proceso hay forma de modificar el resultado.
–Posiblemente, pero descifrar la información te llevaría meses porque nuestro programa para encriptar (también desarrollado por el IEPC) es de 128 bits, igual al que se utiliza en los bancos. Es decir, por cada letra del mensaje se agregan 128 más. El código es nuestro y sólo nosotros tenemos la clave para desencriptar. Además, si el sistema de recepción detecta que uno solo de los códigos de seguridad no coincide, automáticamente desecha la información.
Por ahora la máquina mostró su fortaleza. De los resultados de la votación tal vez es mejor no hablar (dos votos para el Atlas, dos para Chivas, dos para Cruz Azul y cuatro no registrados o nulos; además, cinco personas jamás le irían al América, tres nunca serían aficionados de los Estudiantes y dos nulos).
En la novela de ciencia ficción La Penúltima verdad, de Philip K. Dick, un Consejo de Reconstrucción formado por robots de todos los modelos, y con sede en la Ciudad de México, es el más alto tribunal del planeta porque es incorruptible; sin embargo, en ese futuro quizá no tan distante la corrupción también ocurre y ésta se debe siempre al factor humano. Ese es un tema que seguiremos abordando con el IEPC.